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Prisión central de Nimes.

La primera gran hazaña realizada por Cristino, fuera de las zonas habituales de actuación y que causó un gran impacto en todo el Mediodía de Francia, fue el asalto a la Prisión Central de Nimes, realizado la noche del 4 de febrero de 1944.

Esta cárcel estaba considerada poco menos que inexpugnable. Su administración pasaba por ser una de las más duras de todos los penales del país. Era una prisión especial. Allí recluían a los presos reincidentes, traficantes de droga, chulos, matones…Desde 1940, se hallaban internados numerosos patriotas resistentes. Oficialmente les estaba prohibido rigurosamente recibir noticias, comunicarse con sus familiares y recibir paquetes, absolutamente nada. Dado el modelo de prisión, resultaba casi imposible intentar una fuga sin complicidad desde dentro. Razón por la cual, ya en 1943, la organización de resistentes franceses había comenzado a estudiar la manera de organizar la acción desde el interior de la prisión.

   
en un café de La Grand Combe.
de izquierda a derecha: Juan Fernández, jefe guerrillero; Cristino García, desconocido; Ernesto Vicente, grerrillero; Tomás Gutierrez, Gabriel Pérez, fusilado en 1946; Manuel Zurrita, asesinado por la gestapo en Alés

El 16 de octubre de 1943, a las cuatro de la mañana, les llaman a formar a ciento sesenta y tres presos políticos, y después de cachearles minuciosamente, uno a uno, les bajan al patio. Sin más aviso, les hacen formar y empiezan a encadenarles.

Durante la conducción, en la avenida más céntrica de Nimes, el Boulevard Jean Jaurés, los patriotas resistentes encadenados van cantando a voz en grito la Marsellesa y, muchos de ellos, también la Internacional.

Meses después, entre el 19 y 23 de febrero, esos mismos presos participan en la sublevación de la Prisión Central d´Eysses, que termina con el fusilamiento de doce de ellos. Los otros presos que quedan en la cárcel de Nimes, corren el peligro de ser deportados de un momento a otro.

Ante el peligro inminente de que se consuma la deportación, el Estado Mayor de la Resistencia francesa de la zona sur acelera la preparación de su liberación mediante una operación de rescate, consistente en el asalto a la prisión. La orden de realizar el ataque, para liberar a políticos que van a ser enviados a los campos de exterminio de Alemania, se da a mediados de diciembre de 1943.

Cristino se traslada desde La Grande-Combe a Nimes con catorce de sus hombres, después de haber estudiado el plan de ataque con Gabriel Pérez y Pedro Vicente, y Carlos Alonso, a mediados de enero de 1944.

Para realizar la operación era necesario disponer de un punto de apoyo y refugio de los guerrilleros, que a la vez sirva para que los indocumentados y perseguidos puedan esconderse mientras se les envía a otro lugar seguro.

Cristino propone a Pedro Vicente alquilar una casa que reúna condiciones para efectuar tal menester, dada la circunstancia de que su mujer Josette es ciudadana francesa y no existirían inconvenientes en cuanto a los trámites para conseguirla.

Días después, alquilan la casa en la calle de Arenes, cerca de la plaza de toros, a unos ciento cincuenta metros de la prefectura de policía y no lejos de la casa cuartel de la GESTAPO y sede de la organización paramilitar de los fascistas y colaboradores de la milicia francesa creada por el Gobierno de Vichí, para cooperar estrechamente con la GESTAPO alemana.

Poco a poco se van ganando la simpatía de ciertos guardianes, particularmente de un joven llamado Luis, mediante cuya colaboración consiguen levantar un plano de la situación y emplazamiento de la prisión hasta sus más mínimos detalles. El joven oficial de prisiones, Luis, se muestra dispuesto a colaborar hasta el final, siempre y cuando le garanticen que no iba a haber derramamiento de sangre.

Éste, día a día, pasa las pistolas camufladas en la entrepierna, y las esconde en un sótano debajo de la viruta, al cual pasa después levantando una trampilla que a continuación cierra para no dejar el hueco al descubierto. Así consigue pasar veintitantas armas.

El día 3 de febrero de 1944, durante todo el día, van llegando escalonadamente, uno tras otro, los guerrilleros que van a participar en la operación rescate. El último en hacerlo es Cristino, acompañado de Enrique, el “Canario”. Todos llevan pistolas y algunos varias bombas de mano de fabricación casera, de la llamada gaumont, cuyo ruido al explosionar es tremendo.

La operación está prevista para el día siguiente, cuatro de febrero. Disponen de cinco vehículos, dos turismos y tres camiones, para evacuar a los presos una vez rescatados y a los guerrilleros encargados de escoltarlos.

Como la casa que alquilan está amueblada, la dueña de la vivienda tiene la obligación de declarar el cambio de inquilino, cosa que hace unos días antes. La casualidad hace que ese día que se va a consumar el asalto a la prisión, cuando todos los guerrilleros españoles que van a participar en la operación se encuentran en la casa, llaman a la puerta a las 8 de la mañana cuatro agentes de la policía de la GESTAPO alemana, dos son franceses y otros dos alemanes.

La mujer de Pedro Vicente, que acaba de cumplir 18 años, da pruebas en aquellas circunstancias de un aplomo admirable. Dice a los guerrilleros que se escondan y que le dejen a ella recibir a los policías. Así lo hace, contestando a las preguntas que le hacen. Les explica que vive sola con su marido, que esperan la próxima llegada de sus padres, cuando se jubilen, y que su marido trabaja en las minas de Alès. Puntualizándoles que aquel día se encuentra en casa, por estar dado de baja por accidente, para someterse, en los servicios médicos, a la visita periódica de inspección. Ofrece una taza de café a los policías, que la rechazan, diciéndole que volverán al día siguiente.

Cuando por fin se despiden, y Josette se asegura de que se han alejado de la casa, Pedro y su esposa abren la puerta vidriera del salón y ven a los catorce guerrilleros, pistola en ristre, que los reciben jubilosamente felicitando a la estupenda joven por haber sabido sortear tan elegantemente el grave peligro de hacía unos instantes, que a todos les habían parecido siglos.

Allí se encontraban: Cristino García, Antonio Medina, Enrique el “Canario”, fusilados dos años después en España por el régimen de dictadura franquista; también estaban: Joaquín Olmos, Aquilino García (Quilinín), Cipriano Tornos, Manuel Carrasco, los cuatro muertos tres meses más tarde en combate contra los alemanes, en el Maquis de Bir-Haquein; y Pascualín, que también moriría poco tiempo después manejando explosivos.

Al anochecer, entre dos luces, uno a uno van saliendo de la casa donde les esperaba el grupo de maquisards franceses, que van a participar junto con ellos en el asalto a la prisión.

 

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